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DIENTES DE DRAGÓN Y LA GUERRA DE LOS HUESOS

«Dientes de Dragón» no es una historia sobre dinosaurios, sino sobre paleontólogos. Es un recordatorio sobre el origen de nuestra fascinación por los dinosaurios y que desempolva la historia para hacer populares los nombres de Marsh y Cope. En parte, a ellos agradecemos que la franquicia de «Parque Jurásico» nos mostrara «cuando los dinosaurios gobernaban la Tierra».

«Dientes de Dragón» es una novela póstuma escrita por Michael Crichton. En ella se cuenta la historia de uno de los estudiantes del paleontólogo Othniel Marsh (1831-1899) y tiene como contexto la parte más encarnizada de la Guerra de los Huesos, que es el nombre que se le da la disputa académica entre este paleontólogo y su rival el también estadunidense Edward Cope (1840-1897). La novela fue publicada el año pasado y ha recibido varias críticas, desde que es una narración simplista, por USA Today, hasta que es una novela histórica bien estructurada según The Washington Post. Para explicar al lector qué fue la Guerra de los Huesos, utilizaré a un estudiante ficticio que trabajó para ambos paleontólogos.


Es 12 de enero de 1890 en Nueva York. Un estudiante lee una nota en la primera plana del Herald sobre uno de sus profesores en Yale. El titular es «Científicos libran guerra encarnizada» y el texto expone una década de conflicto entre Othniel Marsh, el ahora presidente de la Academia Nacional de Ciencias, y su rival, el paleontólogo Edward Cope de la Universidad de Pensilvania. Cope denuncia en las nueve columnas de la nota los abusos que Marsh ha cometido contra sus estudiantes, además denuncia plagios y actitudes desleales del profesor de la Universidad de Yale.

El estudiante lee la nota pasmado recordando cuando estudiaba en Yale, antes de mudarse a Nueva York. El profesor Othniel Marsh era en realidad desagradable a su parecer. Mientras estuvo en la universidad se escuchaban historias de estudiantes que iban a alguno de los yacimientos de donde Marsh obtenía sus fósiles y terminaban varados en algún lugar del Oeste.

La red ferroviaria comenzaba a construirse y expandirse para comunicar todos los pueblos angloparlantes aislados en Las Grandes Planicies. Estas enormes estepas, entre las Montañas Rocallosas y el río Mississippi, eran el escenario de las Guerras Sioux (1854-1899) que enfrentaba a los pueblos indígenas de los Lakota y Cheyenne contra la armada estadounidense que buscaba establecer dominio total sobre los territorios que hoy forman las Dakotas, Nebraska y Kansas. El Oeste no era el lugar para dejar varado a un estudiante del Este.

El paleontólogo Edward Cope acusaba a Marsh de su actitud parcial en la dirección de la Academia Nacional de Ciencias y de haber puesto obstáculos en la carrera de Cope. Mientras el resto de Nueva York comentaba la nota como algo de la tertulia, en el ámbito paleontológico era un alivio que el conflicto que llevaba más de diez años saliera a la luz. Una especie de catarsis colectiva.

Nadie sabe a ciencia cierta cómo comenzó la rivalidad entre Cope y Marsh. Ambos eran paleontólogos, ambos habían estudiado en Europa y los dos tenían carreras exitosas. Pero en muchos aspectos, Cope y Marsh eran muy contrarios. A finales del siglo XIX había dos escuelas de pensamiento que pretendían explicar la evolución. Para el paleontólogo Cope, la transformación a lo largo de generaciones era explicada por los seis fenómenos que el naturalista británico Richard Owen había postulado, todos ellos relacionados con la estructura interna de los organismos.

Estos seis fenómenos eran la partenogénesis, o reproducción asexual, el desarrollo prolongado de alguna estructura corporal, el nacimiento prematuro, las malformaciones congénitas, la atrofia o reducción de tamaño de un órgano, la hipertrofia o crecimiento de un órgano, y la transmutación, donde un órgano se convierte en otro. Para Marsh, los dos procesos postulados por el también naturalista británico Charles Darwin, la selección natural y la selección sexual, eran suficientes para explicar toda la historia de la vida. Para Cope, la evolución era un proceso dirigido por fuerzas internas; para Marsh, era el ambiente el que tenía el peso más grande en la dirección de la evolución.

Si bien, este pudo haber sido el terreno para la rivalidad, a ciencia cierta nadie sabía dónde había comenzado el antagonismo. La guerra entre ambos había sido declarada en 1866, cuando Marsh reevaluó la reconstrucción de un reptil marino al que Cope había llamado Elasmosaurus. Cope llevaba meses estudiando al plesiosaurio encontrado cerca de Fort Wallace, en Kansas. El esqueleto fue preparado y montado en el Museo de la Academia de Ciencias de Filadelfia y Cope había invitado a Marsh a estudiar el ejemplar. Marsh sugirió que la cabeza se encontraba en el extremo opuesto, y Cope se ofendió por la insinuación, dado que llevaba meses estudiando el espécimen.

Lo cierto es que el error venía de más atrás, cuando en 1851 el profesor Joseph Leidy, de quien Cope era estudiante, había establecido la morfología de las vértebras del cuello en un plesiosaurio más incompleto al que llamó Cimoliasaurus. Cuando Marsh invitó a Leidy a observar el espécimen, Leidy tuvo que reconocer su error en vista de ver al animal completo: lo que pensaba que eran vértebras cervicales eran caudales. Leidy publicó un artículo con la corrección sobre la reconstrucción de Cope, y Cope, en un intento desesperado por enmendar la situación, utilizó sus recursos para intentar comprar todas las copias de la descripción de Elasmosaurus. Marsh y Leidy habían conservado sus copias.

En palabras de Marsh, como quedaría publicado posteriormente, el 19 de enero de 1890, en respuesta a la nota ventilada por Cope la semana anterior en el Herald, esta fue la raíz de la disputa entre ambos.

En la versión de Cope, la rivalidad había comenzado cuando él invitó a Marsh a estudiar unos fósiles de dinosaurios colectados en Nueva Jersey en 1868. Cope había encontrado la localidad y cuando regresó a realizar más excavaciones, el acceso le fue restringido y todos los fósiles de la región fueron mandados a Yale para que Marsh los estudiara. Puede ser que la venganza de este suceso aconteciera años después, en 1872, cuando ambos paleontólogos estaban colectando mamíferos en estratos del Eoceno de la Cuenca Bridger, en Wyoming. Marsh escribió una carta a Cope acusándole de sustraer sin su conocimiento fósiles del yacimiento, que él consideraba suyos; Cope, en respuesta, escribió «todos los especímenes que colectaste en agosto de 1872 me los debes a mí». Sin más contexto, ha sido atribuido que esta oración se refiere a que gracias a los hallazgos realizados en 1868 se propulsó la carrera de Marsh.

La tensión entre Marsh y Cope se extendió por toda la academia zoológica. Sus dimensiones lograron, por ejemplo, que el profesor Joseph Leidy, quien había fundado la paleontología de vertebrados en el Oeste, abandonara la búsqueda de fósiles en esa región temiendo que la pelea entre su ex estudiante y Marsh terminaran pasándole factura.

El estudiante estaba sentado en una cafetería a las afueras del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York y no podía sino leer impávido la tirada en el Herald. Él sabía que pronto sería contactado por el reportero William H. Ballou por haber trabajado para Marsh, y luego haberse ido a Nueva York a trabajar con un amigo cercano de Cope, Henry Fairfield Osborn. Osborn había ayudado en 1855 a Cope durante una crisis financiera comprando parte de la colección de Cope para mudarla y exhibirla en el naciente museo en Nueva York.

Cope tenía dos casas: una para él y su familia, y otra para su colección de fósiles. Con todo y el tamaño de su colección, la colección de Marsh era mucho mayor y él la utilizó como base para fundar el Museo Peabody en 1866, gracias al financiamiento de su acaudalado tío George Peabody.

Cope había recibido en una carta, enviada por el paleontólogo Samuel Wendell Williston, una larga lista de quejas donde aseguraba que Marsh había publicado mucha de la información que había conseguido cuando trabajó con él en 1885 como si hubiera sido solo trabajo de Marsh. Cope utilizó esta carta para ventilar el asunto en la prensa y el estudiante sabía que el periodista estaría buscando a otros colegas naturalistas que hubieran trabajado con ambos solamente para encontrar más aristas en la ya de por sí complicada historia.

El estudiante, quien ahora leía parte de su historia en un café, había pasado un trago muy amargo por culpa de Marsh, pero uno de sus amigos en Yale había pasado por peripecias más grandes al ser abandonado a su suerte durante una expedición organizada por Marsh. La historia de su amigo sería la base de la novela de Michael Crichton casi siglo y medio después: «Dientes de Dragón».

                                     


 

 Este capítulo en la historia de la paleontología se conoce como La Guerra de los Huesos y fue fundamental en el desarrollo de la paleontología moderna. Entre Othniel Marsh y Edward Cope describieron alrededor de 130 especies de dinosaurios y debido a la rapidez con la que se realizaban las publicaciones, la taxonomía de estos hallazgos sigue siendo constantemente revisada.

La paleontología de dinosaurios debe mucho a Michael Crichton y a su novela «Parque Jurásico»; pero esta novela debe muchísimo más a La Guerra de los Huesos, porque los dinosaurios descritos en la novela de Crichton, Hadrosaurus, Tyrannosaurus y Velocirator fueron descritos primero por Leidy y Osborn, mientras que Apatosaurus, Coelurus, Dryosaurus, Stegosaurus y Triceratops fueron descritos por Marsh.

Como paleontólogo, considero que la novela de Michael Crichton refleja de manera fidedigna las personalidades de Marsh y Cope. Sin embargo, para disfrutar esta novela puede ser necesario entender las dimensiones de la Guerra de los Huesos, un evento parteaguas en el modo en el que los investigadores comenzaron a hacer ciencia. Si bien no hubo bajas en esta guerra, la rivalidad entre estos dos personajes fijaría el rumbo de la paleontología por el siglo siguiente y hasta la actualidad.

 

«Dientes de Dragón» no es una historia sobre dinosaurios, sino sobre paleontólogos. Es un recordatorio sobre el origen de nuestra fascinación por los dinosaurios y que desempolva la historia para hacer populares los nombres de Marsh y Cope. En parte, a ellos agradecemos que la franquicia de «Parque Jurásico» nos mostrara «cuando los dinosaurios gobernaban la Tierra».

 

Autor

Omar Rafael Regalado Fernández[author] [author_image timthumb=’off’]https://labombillailuminarte.org/wp-content/uploads/2018/12/IMG_20180829_150059086.jpg[/author_image] [author_info]Biólogo egresado de la facultad de ciencias de la UNAM. Candidato a doctor en Ciencias de la Tierra por University College London (UCL). Es paleontólogo especializado en dinosaurios que actualmente realiza su tesis sobre la historia evolutiva de los dinosaurios sauropodomorfos. En sus ratos libres es divulgador de la ciencia en medios de comunicación hispanos. [/author_info] [/author]  

Ilustración

Linda Soley Silva[author] [author_image timthumb=’on’]https://labombillailuminarte.org/wp-content/uploads/2018/12/soley.jpg[/author_image] [author_info]Diseñadora egresada de la Facultad de Artes y Diseño con gusto por los medios de comunicación, las ciencias naturales, el arte, los museos y las expresiones culturales de la caótica ciudad de México. Actualmente estudia una especialidad en animación 3D.[/author_info] [/author]