De circos y ferias itinerantes…
Imagina que es el siglo XIX. Y que recorres una feria itinerante en la que hay exhibiciones diversas, espectáculos y golosinas de todos colores y sabores. Una feria en la que, como todas, a lo largo del recorrido se escuchan diferentes gritos que llegan de aquí, de allá, de todas partes. Como parte del barullo, se alcanzan a distinguir frases que se pierden conforme avanzas. “¡Pase, pase!, ¡pruebe nuestros deliciosos algodones de azúc…! ¡Adelante!, ¡no se pierda de las mejores banderillas de…! ¡Amigo, amiga, hay juegos de canicas y tiro al blanco, se puede llevar un gran premio…! ¡Heladoos, hay heladoos…! ¡Pan!, ¡lleve su pan horneado y delicio…!” Entonces surge de entre todos los gritos uno en particular que llama tu atención, te detienes y… “¡Damas y caballeros, vengan, acérquense, les mostraremos el espectáculo nunca antes visto: El hombre-lobo, La mujer barbuda y El hombre elefante ya están aquí, pase a verlos , es su oportunidad, no se los puede perder!”