Quiero contarles la historia de cómo me hice un adicto. De mi abuela tomé la costumbre de tomar chocolate caliente por las tardes. Ella preparaba tres tazas: una para mí, otra para mi hermano y otra para ella. Tomábamos lentamente el chocolate preparado con agua caliente mientras veíamos pasar a la gente por la ventana. Años después nos mudamos a la ciudad, y la dificultad para conseguir un buen chocolate nos impidió seguir disfrutando de la tradición familiar. En su lugar comenzamos a tomar café. “Es más estimulante y con menos calorías que el chocolate” repetía mi padre cada vez que ponía a llenar una nueva cafetera.
Categoría: Cerebro
¿Alguna vez te ha pasado que estás tan emocionado y feliz que de pronto exclamas ésta expresión? ¿O te ha pasado que de pronto te encuentras en una situación de emoción tal, que no puedes creer lo que te sucede y te sientes invadido por una explosión de sensaciones provenientes de tus sentidos y fuera de lo normal? tanto, que piensas de pronto: “¡y eso que no ando en drogas!”
Los ojos ansiosos que constantemente revisan la última conexión del susodicho (o susodicha) en turno para saber si son ignorados, la gente en el transporte público que se entretiene viendo su timeline de Facebook, las familias que se ignoran en los restaurantes cuyos rostros se iluminan de ese color azul tan característico y (desgraciadamente) tan conocido por todos nosotros. Si perenganita te borró ayer de sus amigos de Facebook, quiere decir que “en la vida real” ya no es tu amiga, si el chico popular no le regalo un like a tu foto sexy de perfil es porque no le interesas, tu estado de ánimo depende de la popularidad que tengas en Instagram.