Llevo días sin dormir, días en los que me despierto a mitad de la noche sintiendo que me falta el corazón. Hay tardes en las que el miedo me invade, en las que pienso que una vez que me acueste, no me volveré a levantar. Que me quedaré en mi cama por la eternidad. Las noches en las que estoy particularmente cansado, prefiero pasar la noche en vela, haciendo cualquier otra cosa. Y es que si algo es cierto, es que todo el mundo se cansa en algún momento de su vida y este es, para mí, ese momento. No hablo de un cansancio físico, ya que se me ha visto recorrer los 185 km entre Montpellier y Mont Ventoux de la etapa 12 del Tour de Francia sin derramar una sola gota de sudor. Me he vestido con la playera rosa al final del giro de Italia, y en todas y cada una de las carreras en las que he participado he subido los tres escalones hacia el podio. Inclusive se me llegó a comparar con una máquina por el hecho de alcanzar los 120 km/h en una carrera de prueba. Retrocediendo en el tiempo, recuerdo que mi primera bicicleta me la regaló mi papá a los seis años. Nunca olvidaré ese año cuando tuve la oportunidad de ver por el televisor la primera victoria de Miguel Induráin en el Tour de Francia, recuerdo cómo logró llegar en segundo lugar durante la penúltima etapa, antes de subir a los Alpes. Fue una etapa muy difícil. Sin embargo, él no parecía cansado en absoluto. Desde ese día mi infancia se desarrolló en las planicies de mi país, podía recorrerlas todos y cada uno de los días de la semana. Nada parecía detenerme, y aún cuando mis piernas estuvieran agotadas, no dejaba de pedalear, el mundo era mi pista personal. Es difícil explicar la sensación de libertad que transmiten esas dos ruedas. Es un sentimiento de independencia enorme, la sensación de que a partir del momento en el que uno se sube a la bicicleta se puede ir a cualquier parte del mundo sin dar explicaciones y sin depender de nadie. Porque en la bicicleta uno es el motor, uno decide qué tan rápido y qué tan lejos llega. A los diez años, cuando Induráin ganó su quinto título, empecé a pedalear de manera seria por decisión propia. Estaba ansioso de medirme con los demás, de demostrar que no era solo un ciclista aficionado, quería que el mundo notara mi talento. Por esos años recuerdo haber visto el debut de Marco Pantani, “El Pirata”. Tenía un ritmo y gracia sobre la bicicleta inigualable. Al empezar los ascensos parecía inmutable, siempre empezando en medio del pelotón, y a medida que la etapa llegaba a su final, atacaba desde atrás y dejaba a sus contrincantes contemplando su llanta trasera. Siempre tuvo esa estrategia, y siempre le sirvió. Sin temor a equivocarme, pienso que él fue uno de los mejores ciclistas profesionales que hayan existido. Y no lo digo solo por haber sido un “especialista de la montaña”, lo digo por la enorme fuerza mental que mostró durante los inicios de su carrera, cuando tuvo un accidente que le fracturó una pierna y lo dejó fuera de las competencias por un año. El solo imaginar lo que debe sentir un ciclista de su nivel al verse imposibilitado de sus piernas, me hace pensar en lo duro que debió ser todo esto para Pantani. A pesar de eso logró recuperarse de la lesión y regresar a los circuitos, más fuerte que antes. En 1998 ganó el Tour de Francia en una reñida competencia en contra del alemán Jan Ullrich, un especialista de contrarreloj. No puedo negar que todos estos grandes deportistas fueron, y han sido, mi inspiración para seguir en las pistas corriendo por ser el mejor. Y ahora que me encuentro en la cima de mi carrera, siento que estoy caminando sobre una fina cuerda de la que pronto caeré. Cada día y con mayor regularidad, me llegan cartas anónimas amenazándome y exigiendo dinero a cambio de no revelar mi secreto. Y es por estas personas, pero tambien por todos los que creyeron en mí, que el día de hoy hago esta declaración pública: Es cierto, me he inyectado sustancias que son consideradas prohibidas por la Agencia Mundial Antidopaje, específicamente, la eritropoyetina conocida comúnmente como EPO. La primera vez que visité al especialista me dijo que en términos formales: “la eritropoyetina es una sustancia generada de manera natural por el cuerpo y la producimos cuando los niveles de glóbulos rojos en la sangre son bajos. De manera normal, el cuerpo de un adulto sano genera 200,000 millones de glóbulos rojos diario.” Entonces, si me inyectaba la EPO sería capaz de generar más glóbulos rojos los que a su vez iban a transportar una mayor cantidad de oxigeno por todo mi cuerpo, dándome así mayor resistencia durante los entrenamientos. Sin embargo, también me advirtió que al usarla se disminuye la frecuencia cardíaca, y que era muy probable que durante los periodos de poca actividad física, como a la hora de dormir, era posible que mi frecuencia disminuyera tanto que podría morir de un paro cardiaco. Y tenía razón… como decía en un principio, hay noches en las que no duermo por el miedo a morir. En otras noches me he tenido que levantar a las dos de la mañana y pedalear por una hora o más, en la bicicleta fija, para poder subir mi ritmo cardiaco a niveles normales. Pero mantenerse con vida no es lo más difícil, lo verdaderamente difícil es vivir la mentira, ya que durante las revisiones de antidoping antes de cada competencia siempre sudaba frío al pensar que me iban a descubrir. Para poder pasar esas pruebas tenía que esconder la EPO con la ayuda de otras sustancias como la epitestosterona o con diuréticos, o tenía que entrenar en lugares con grandes altitudes para generar de manera natural más glóbulos rojos y tener una excusa para justificar mi numero anormal de éstos. O en los días cercanos a la prueba, tomaba sobredosis de vitamina C y calcio para alcalinizar mi orina y esconder las sustancias que consumía. Ahora que he reconocido mi error, quiero pedirles un favor a todas las personas que me aprecian: quédense con la imagen del ciclista y olvídense de la persona. Quédense con el ciclista que continua pedaleando hasta el final, en cualquier terreno y con cualquier clima; el ciclista solitario, impulsado pedal tras pedal en los amplios valles de su cuidad, disfrutando de la libertad que solo la bicicleta puede dar. Ahora que he dicho eso, espero que puedan perdonarme algún día por todos los errores que he cometido, quiero decir que he aprendido mi lección y entendí que esas maneras de ganar, no son victorias; y que llevar una vida llena de mentiras, no es vida. Autor: Luis H.C Creador de contenidos en la Bombilla. Estudiante de Química en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ilustración: Bernardo Ortega. Artista Visual. Es estudiante en la Facultad de Arte y Diseño de la UNAM. Se especializa en el uso de técnicas de imagen bidimensional, específicamente en litografía, fotografía, imagen digital, pintura y dibujo a gran y medio formato. Referencias: Morán, Alberto.”Dopingo. ¿Qué es la EPO?” en DCiencia para todos. Consultado en agosto del 2016 en http://dciencia.es/doping-que-es-la-epo/ “Eritropoyetina EPO”en Cuídate plus. Consultado en agosto del 2016 en http://www.dmedicina.com/vida-sana/deporte/2002/05/26/eritropoyetina-epo-6869.html
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