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Affaire sangriento o por qué mi esposa me botó por otro par de aletas

Frío. Terrible frío. Un frío tan intenso que resulta impertinente, implacable. Y no, no es una referencia a la medida de un sistema de baja energía térmica. Es el frío del abandono, la desesperación y la impotencia del pobre pingüino que trabaja todo el día para conseguir peces, llevarlos a su nidito de amor (literalmente un nido, hablamos de un ave) y así alimentar a sus esponjosos polluelos. Le hiela hasta los huesos el sentirse abandonado a su suerte por la ingrata pingüina que lo cambia por otro en su propio nido.

O así lo queremos ver. La presencia omnisciente del nuevo y voluble semidiós de la civilización moderna: el internet, nos trae de la mano de sus concubinas, las redes sociales, una cascada de memes (o también llamada “tren del mame” por los millenials) ante nuestros ojos y mentes, ávidos de desperdiciar tiempo y energía en la más reciente y baladí de las distracciones on-line. Más fútil: decenas de éstos memes basados en un fragmento de video filmado por una muy famosa sociedad norteamericana realizadora de documentales de geografía y naturaleza.

En éste, un pingüino de Magallanes (Spheniscus magellanicus) regresa del océano para reencontrarse con su pareja a la cual sorprende en el nido con otro macho. Aquel, defendiendo su nido, su pareja y sobre todo: su oportunidad de transmitir genes a la siguiente generación, lucha infructuosamente con el invasor escogido por la hembra.

Más allá del hecho de ser un comportamiento natural y frecuente de defensa del sitio de anidación y pareja reproductiva, éste se ha observado en muchos otros organismos como resultado de miles de años de selección natural y adaptación biológica que hace exitosas las poblaciones de una especie). Lo interesante del asunto es que algo originalmente educativo y en pro de la ciencia y el conocimiento, como un video documental de la naturaleza, es transformado en  un reflejo de las frustraciones de la sociedad moderna con tonos patéticamente cómicos por la colectividad millenial.

Antes de proseguir con la historia, tomemos en cuenta los siguientes datos. Los pingüinos en general, tienen la misma pareja para reproducirse año tras año. Estos pingüinos en particular, (amenazados por la estupidez humana que considera el calentamiento global algo fuera del #toptrending)  habitan las costas más meridionales de Chile, Argentina y las Islas Falkland (antes Islas Malvinas) mismas que fueron descubiertas por primera vez por Fernando de Magallanes, genio navegante y explorador portugués del s.XVI. Los pingüinos de Magallanes tienen grandes sitios de anidación en las costas, reuniéndose por millares y turnándose para criar a los polluelos. Durante la temporada de anidación anual, los machos son reconocidos por las hembras y comienzan de nuevo el ciclo de apareamiento, todo dentro del gran panorama de su ecosistema.

¡Ah! El apareamiento. La reproducción. ¡El sexo! ¿Quién dijo sexo? ¿Qué relación guarda con la conciencia virtual humana? Basta introducir esta palabra en un buscador de la red para verse inundado con páginas web de todo tipo. Y ni hablar del video donde supuestamente “engañan” a un desafortunado pingüino magallánico en su “nido conyugal”. Es inevitable hacer una analogía con lo humano a partir de un comportamiento reproductivo natural.

Nada más alejado de la realidad, donde las interacciones suceden a niveles instintivos, fuera de todo prejuicio humano. La búsqueda insaciable y ciega de placer, el engaño, las parejas rotas, la irresponsabilidad ante los hijos y la familia, el miedo a la soledad, el abandono. Tantas y tantas “similitudes” inexistentes que aparentemente se encuentran entre las parejas de pingüinos y las humanas se hacen visibles y se purgan de manera lúdica en chistes y gracejadas de internet: el gran basurero del mundo. Donde toda la porquería de la humanidad se vierte como desechos tóxicos en el gran océano informático.

Y ya que estamos en analogías, hagamos una: hay ríos de desechos, pero también ríos llenos de lo mejor del mundo humano y natural. Ya lo decían los antiguos griegos: Debe ponderarse la búsqueda de lo bueno, lo bello y lo verdadero. En el sentido filosófico y en el del mundo real.

Es inevitable hacer símiles antropocéntricos, somos humanos al fin. Pero que no sean parte de la cultura del vacío y el absurdo sinsentido. Que sean río Amazonas, río Congo, río Nilo. Que sean símiles y conceptos antropocéntricos, sí. Pero que desemboquen en la belleza azul, profunda de la naturaleza humana, insondable y desconocida, como el verdadero océano.

Autor:

Diego Miguel Saavedra. Biólogo enamorado del espacio, de la astronáutica y la astrobiología. Me gusta el olor de los libros viejos y nuevos así como el olor de la noche.

Ilustración:

Bernardo Ortega. Artista Visual. Es estudiante en la Facultad de Arte y Diseño de la UNAM. Se especializa en el uso de técnicas de imagen bidimensional, específicamente en litografía, fotografía, imagen digital, pintura y dibujo a gran y medio formato.