LE HAN ROBADO EL CORAZÓN
Después de comer el señor Quiroga se iba a su bar favorito, se había acostumbrado a visitarlo por un pan especial que vendían y por lo cerca que quedaba de su casa. Solo tenía que caminar un par de calles y meterse a un callejón un poco escondido que desembocaba en la puerta del bar. Bajo el rotulo neón, en el que se leía el nombre del local, tenía que forzar la puerta de madera que, hinchada por las lluvias acumuladas, mostraba destellos de un color verde con la madera podrida. El ejercicio de entrar representaba para el señor Quiroga un esfuerzo mayor que para cualquier otra persona, el solo hecho de hacerlo lo cansaba y tenía que sentarse en un banco cerca de la entrada antes de acercarse a la barra.
—Debería cambiar esa puerta Martín, me tengo que pelear con ella siempre que quiero entrar.
—Ya sé, discúlpeme, las cosas no van bien con las ventas, me subieron los precios de algunos productos y tuve que posponer un par de reparaciones que tenía planeadas. Incluso llegué a considerar que Noelia dejara de tomar las sesiones con usted, pero a ella le sirven mucho y le ha tomado cariño también.
—Ya le había dicho que no hay problema por los pagos de las clases, usted sabe que lo hago más por tener una ocupación que por el dinero, además, me gusta venir aquí en las tardes y platicar con usted, a mí ya me toca estar solo en casa, tampoco me van bien las cosas en realidad, pero estar aquí me distrae de estar encerrado pensando en mi mujer todo el tiempo… Pero, no le quito más el tiempo, si quiere llame a su hija y empezamos a estudiar, me dijo que tenía un examen el viernes y quería repasar unas cosas.
—No se apure, acabamos de llegar de la escuela, subió un momento a su cuarto, me dijo que quería enseñarle algo antes de que empezaran. Pero venga, siéntese aquí en la barra. Ya sabe cómo es ella, conociéndola, seguramente se encontró con algo que llamó su atención y le va a tomar un tiempo recordar que debe bajar a la clase. ¿Le sirvo lo de siempre?
—Sí, y deme uno de esos sangüichitos que tiene allá atrás, ¿están buenos?
—Son buenos, los hago yo mismo; puedo meterlo al horno para que le sepa mejor.
Era un pequeño bar de familia, había sobrevivido al crecimiento de la ciudad y se encontraba casi consumido por edificios departamentales y oficinas de tiempo completo. El barrio donde se ubicaba no era peligroso y conservaba un par de reliquias raras en estos días; aún se podía encontrar uno con caras conocidas en la calle, saludarse con un “buen día” y ser correspondido.
El bar lo había iniciado el padre de Martín, que trabajó como ingeniero en sistemas por más de treinta años y cuando tuvo oportunidad de conseguir el local no lo pensó mucho. Junto a su esposa manejaban el negocio. Se abría temprano para servir el desayuno, que siempre incluía un café americano cargado. Por la tarde se servía comida corrida y en las noches se tomaban cervezas o malteadas.
Desde niño, Martín ayudaba en lo que podía en el local. Iba a la escuela en las mañanas y por las tardes ayudaba a limpiar las mesas o servir la comida. Al principio lo hacía de manera esporádica, cuando no tenía mucha tarea, pero cuando iba en la preparatoria comenzó a hacerlo de manera permanente. Tomó esta decisión por dos razones, en principio no le interesaba mucho continuar con una carrera universitaria, no se le dio mucho eso de estudiar; pero también quería que sus papás descansaran, que ya vivieran tranquilos después de una vida de trabajo.
—Y, ¿cómo están tus papás?, me parece que la última vez que los vi fue antes de año nuevo.
—Están bien, gracias, ayer hablé con ellos. Es gracioso porque siempre que les llamo insisten en que les envíe a Noe con ellos unos días; que diga en la escuela que está enferma y que se las mande de vacaciones. Creo que la consienten demasiado, esos dos, o a lo mejor se sienten algo solos, no lo sé.
Los papás de Martín regresaron al pueblo donde habían nacido, tenían una pequeña casa ahí y les gustaba porque era tranquilo y estaba cerca de la playa. Al pasar el local a manos de Martín, tomó la ayuda de un amigo de la familia para que lo apoyara en la cocina y él se encargó de las tareas del tipo administrativas, ver que no hiciera falta nada en el lugar, de mantenerlo en las mejores condiciones posibles y hacer los pagos. Con su amigo cocinando, el sabor de la comida sí cambió un poco. Algunos clientes habituales lo resintieron pero otros más no, incluso se ganaron algunos nuevos comensales.
Fue por esas fechas que el señor Quiroga empezó a frecuentar el local, iba por las mañanas a tomar un café y se quedaba ahí un par de horas leyendo o escribiendo en un cuaderno pequeño de aspecto usado, en la tapa se podía leer su nombre escrito en cursivas.
Martín, cuando apenas lo conocía, creía que era un señor que vivía de la asistencia pública, por su aspecto. Casi siempre vestía con un saco de algodón descolorido y un pantalón de pana color vino que le quedaba un poco largo. Tenía una apariencia despreocupada y sin mucha ostentación; a veces llevaba sombrero, pero la mayoría de las ocasiones mostraba una cabellera despeinada y con bastantes canas. Ya con el trato del día a día, Martín se enteró que había sido profesor de música en una universidad y que había estudiado filosofía durante su juventud.
—¡Hola señor Quiroga!, mire el dibujo que acabo de hacer.
En la hoja que Noelia sostenía se podía ver el dibujo de un arcoíris.
—Me tardé en hacerlo, es que quería dibujar un arcoíris, por una historia que nos contó la maestra Clara. Y primero no encontraba mi estuche de colores, después, no me acordaba de cuales colores usar. Y pues solo me acordé del rojo, azul, verde y amarillo. Mire, también dibujé un mar y una montaña y al Sol, es que en la historia también había todas esas cosas. También nos puse a mi papá y a mí, ¿ya vio?
— Sí, te quedó muy bonito, veo que en el dibujo sonríes, ¿pero por qué al sol lo pusiste triste?
—Está triste porque la historia que me contaron es una historia triste, ¿quiere oírla?
—Noelia, el señor Quiroga vino aquí a estudiar contigo y quizá no pueda quedarse tanto tiempo.
—Pero es una historia bonita, bueno es triste pero también bonita, es una leyenda, que quiere decir que es una historia que no pasó pero que las personas inventaron para explicar el arcoíris.
—No se preocupe Martín, vamos adelantados en el estudio y Noe es bastante inteligente, seguro le va bien mañana en el examen. De todos modos, me puedo quedar un par de horas más, no estoy ocupado el día de hoy. Cuéntanosla, Noe, por favor.
—No me acuerdo muy bien, pero la maestra me dio esta hoja con la historia. Bueno, esta historia comienza en un mundo donde hay dos dioses: el dios de la luz y el dios de la oscuridad. El de la luz se llamaba Tupá, era bueno y vivía en el cielo, el otro era malo, se llamaba Anhangá y vivía en el inframundo. Estos dioses gobernaban sobre las personas, y entre todas esas personas una vez existió una joven que era muy bonita, se llamaba Iasá. Era tan pero tan bonita que el dios de la luz se enamoró de ella, a ella también le gustaba él y los dos se enamoraron. Después de un tiempo, el dios del inframundo que también estaba enamorado de Iasá, quiso separarlos para poder casarse con ella. Entonces, un día subió a ver a los padres de Iasá y les prometió que les iba a dar riquezas, comida y bebida por toda su vida si obligaban a su hija a casarse con él. Ellos aceptaron, porque querían ser ricos, y obligaron a su hija a que se casara con Anhangá. Ella, muy triste, aceptó pero puso una condición: que antes de casarse, la dejaran ver a Tupá por última vez. El dios del inframundo le dijo que sí, pero que para ir a verlo tenía que hacerse una herida en el brazo para dejar un camino de sangre, así él podría seguirla y estar seguro de que ella no se escapara. Ella aceptó. Se hirió el brazo y empezó a caminar hacía Tupá, que vivía en el cielo y mientras caminaba iba dejando un camino de color rojo. Tupá quiso desorientar a Anhangá y le pidió a los dioses del cielo, del sol y del mar que acompañaran a Iasá en su trayecto, que mezclaran sus colores con el rojo de Iasá para que el dios del inframundo viera más colores, no solo el rojo de ella, querían que también viera el amarillo del sol, el azul del cielo y el azul fuerte del mar. Su plan sí dio resultado y lograron confundir a Anhangá pero ella se debilitaba a cada paso que daba y no logró llegar con Tupá.
Iasá cayó en la playa y mientras caía, su sangre se mezcló con los demás colores, y con el verde de la tierra también. Esto hizo que se formara un camino de colores que ahora conocemos como arcoíris, y que ahora está ahí para recordarnos siempre el camino de Iasá hacia Tupá [1]
Me gustó mucho la historia, les dije que era triste, pero también es feliz porque los arcoíris son muy bonitos.
—Sí son muy bonitos Noelia, ¿te acuerdas que las vacaciones pasadas vimos uno en la carretera, cuando fuimos a visitar a tus abuelos?
—Sí me acuerdo. Pero si la historia de Iasá es una leyenda, entonces ¿cómo se forman esos colores en el cielo, papá?
—Mejor que nos ayude el señor Quiroga en esto hija, yo tampoco lo tengo muy claro, en realidad.
—Bueno yo tampoco sé mucho sobre ellos, pero sé que los arcoíris se forman por la interacción de la luz del sol con las gotas de agua en la atmósfera. Por eso es más común verlos cuando llueve. Mira, a luz que viene del sol se le llama luz blanca, se le llama así porque está formada por todos los colores y la combinación de todos ellos da como resultado el blanco; y cuando esta luz pasa por la gota, la gota sirve de filtro y solo deja pasar algunos colores y otros no.
—¿Un filtro, como el que papá usa en la cocina?
—No exactamente, pero es algo parecido; el filtro que usan en la cocina, les ayuda a separar alimentos sólidos de líquidos. Las gotas en cambio, sirven para desviar el camino que lleva la luz. Mira, la luz sale del sol derechita y así entra en la gota, pero cuando la atraviesa se desvía, sale hacia otra dirección. Esta luz que sale, ya tiene color porque sale diferente al interactuar con la gota, tan distinta que ya la podemos ver con siete colores diferentes.
—Y, ¿por qué los arcoíris tienen esa forma, de arco?
—Eso ya no tiene que ver por completo con la interacción de la luz con las gotas, también depende del lugar desde donde vemos al arcoíris. La vemos como un arco porque nosotros parados en la tierra no vemos el fenómeno completo, un arcoíris en realidad es un círculo. Si lo viéramos desde un avión, por ejemplo, podríamos verlo completo. En principio, cuando la luz sale de las gotas de agua, lo hace con un ángulo muy definido y es la suma de todos eso rayos de luz en un mismo ángulo lo que hace que se forme un arco. ¿Te acuerdas, que una vez me enseñaste una figura de hilos que hiciste en la escuela Noe?, es algo parecido.
—Ah sí, en la clase de matemáticas. Una vez me dijeron que llevara una tabla con clavos y también hilos de muchos colores. El profesor no dijo que uniéramos algunos clavos con el hilo, y mientras más hilo ponía se iba formando un círculo. Me gustó mucho, porque hice un círculo con puros hilos derechos.
—Sí, pasa algo parecido con la luz del sol, solo que en el cielo los hilos son los rayos de luz desviados por las gotas.
—Pues a mí no me gustó mucho esa clase Noelia, porque me avisaste una noche antes que al día siguiente tenías que llevar esa tabla con clavos a la escuela y no dormí por estar acomodando el material. Por cierto, aun no le he puesto un marco a ese trabajo tuyo, recuérdame hacerlo mañana por favor.
—Pues a mí sí me gustó, y mucho. Esta clase de la maestra Clara también, además llevó una guitarra y nos cantó una canción que contaba la historia de Isasá, ¿puedes prestarme tu celular, papá?, para que la escuchen. La maestra nos dijo que era una canción de una cantante que a ella le gustaba mucho.
—Bueno, pero después de escucharla a estudiar, eh, que mañana te debe ir bien en el examen.
—Sí, el señor Quiroga me va a ayudar, además él también la quiere escuchar, ¿verdad?
—Sí, Noe, a ver, ponla para escucharla. Por las bocinas del bar empezó a oírse una guitarra, seguida por la voz de una mujer que decía:
Tú / eres mi sol / mi corazón / un remolino / y yo quise / caer / en tus brazos / dormir / así…[2]
Martín tuvo que escucharla desde la cocina porque había sonado el teléfono, probablemente algún proveedor que preguntaba a qué hora podía pasar al día siguiente.
Noelia y el señor Quiroga la escucharon mientras preparaban la mesa de estudio, pusieron cada quien su silla a ambos lados de la mesa de madera, el señor Quiroga sacó un par de libros y un cuaderno de notas. Noelia, mientras acomodaba sus cuadernos, cantaba y sonreía.
…
Autor - Luis Alberto Hernández Canales
Egresado de la Facultad de Química de la UNAM. Creador de contenidos en la Bombilla. Entre sus intereses se encuentran: leer, comer y escuchar música. Piensa que se siente bien estar vivo
Diseñadora - Linda Soley Silva
Diseñadora egresada de la Facultad de Artes y Diseño con gusto por los medios de comunicación, las ciencias naturales, el arte, los museos y las expresiones culturales de la caótica ciudad de México. Actualmente estudia una especialidad en animación 3D
Referencias
[1] Iasá y el origen del arcoíris, leyenda brasileña.
[2] El origen del arcoíris, canción de Camila Moreno, cantautora chilena
Letra de la canción de Camila Moreno, El origen del arcoiris
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